El sábado 20 de abril se
celebraba por la mañana el acto oficial del centenario de la Plaza de Toros de
la villa de Brozas, construida por don Francisco Montes Yñigo. El texto posterior
–resumido- fue escrito por su nieta Isabel Montes Romero – Camacho, catedrática
en la Universidad de Sevilla y leído por uno de sus biznietos. Desde aquí una propuesta, que de alguna manera sea declarado hijo ilustre de la villa de Brozas y que una calle de la localidad lleve su nonbre..
Don Francisco Cayetano Alberto Montes Yñigo nació en
Brozas, siendo sus padres don Zoilo Montes Corchado y doña Salud Yñigo Vivas,
vecinos muy conocidos de la localidad, que, desde niño, supieron inculcarle, a
él y a sus hermanos, todos aquellos principios morales y religiosos y todos
aquellos valores sociales y políticos que han constituido, desde hace siglos,
el acervo histórico hispano, entre los que podemos destacar, en esta ocasión,
el amor a la patria y, más aún, el amor a la patria chica, Brozas, del que
siempre, tanto él como sus hijos, hicieron gala.
Desde muy joven, dio muestras de su temperamento,
inteligente e inquieto, que lo llevó a cursar dos carreras bien distintas,
Derecho y Farmacia, en universidades tan históricas y afamadas como Salamanca,
Madrid y Santiago de Compostela, así como a conocer y abrirse a todas las
nuevas corrientes intelectuales de su tiempo, rasgo que, junto a la educación en
los grandes valores tradicionales recibida de su familia, no sólo le marcó y le
acompañó toda su vida, sino que supo transmitir a sus hijos, junto a su esposa,
doña Rafaela Bravo Cotrina, que siempre le acompañó en su andadura vital y
compartió con él todas sus ilusiones, proyectos y realizaciones,
personificadas, en primer lugar, en sus tres hijos, Adela, Francisco y Mariano.
Pero, a pesar
de haber estado fuera de Brozas durante años -y los años cruciales de su
juventud y de su formación como persona- una vez alcanzada la madurez, decidió
volver a sus raíces, establecerse en su querida tierra, casarse y formar su
propia familia. Y en Brozas permaneció hasta su muerte, dedicando una
buena parte de sus afanes y esfuerzos, como buen brocense, a mejorar las
estructuras de la villa y las vidas de sus paisanos.
Entre sus muchos logros, mencionaremos sólo unos
pocos, teniendo en cuenta, sobre todo, su amplia repercusión humana y social.
En primer lugar, la necesaria, continua y eficaz labor realizada en su farmacia,
a lo largo de toda su vida.
Humanista cristiano
Llevado por este convencimiento y junto con otros
señores de la localidad, igualmente convencidos de esta realidad, fundó en
Brozas una escuela para párvulos, poniendo al frente de ella a destacados
discípulos del gran pedagogo Manuel Siurot, uno de los más innovadores y
afamados de su tiempo. De la misma
manera, prestó todo su apoyo al establecimiento en la villa de la Congregación
de Hermanas de la Doctrina Cristiana, que, durante años, formaron y educaron en
su colegio a varias generaciones de niñas brocenses y de toda la comarca y, también
en fin, guiado, una vez más, por su incansable espíritu filantrópico, financió,
a su costa, los estudios de bachillerato y universitarios de un buen número de
jóvenes sin recursos.
Una muestra más tanto del amor a su tierra y a sus
paisanos, como de su generosidad, fue el acontecimiento que hoy nos ocupa: la
construcción de la Plaza de Toros de Brozas, hecho que en sí mismo nos revela,
al menos, algunos de los principales rasgos de su personalidad.
Me encanto la entrada.
ResponderEliminarSaludos