domingo, 24 de febrero de 2013

Un viaje a Venezuela con referencia a Brozas


 
            Este fin de semana tan invernal, uno se ha quedado tranquilo en casa. Ha dado tiempo a repasar internet y me encuentro que un historiador de mi pueblo Felicísimo García, ha publicado la historia americana de un brocense: Francisco Gutiérrez Flores, quien emigró, con su mujer y sus dos hijos, a finales del siglo XVI a la costa oriental de Venezuela.

            Cada viaje que se realiza tiene tres grandes momentos: La preparación, el disfrute del propio viaje y los recuerdos. A lo largo de mi vida profesional habré estado unas 20 veces en el continente americano, la primera siendo muy joven cuando vivía en Mallorca y se da la circunstancia que estando a un paso de Portugal, el primer país extranjero que pisé fue Venezuela, con un viaje de 24 días por tierras americanas, pasando posteriormente a Argentina y Brasil.

            He tenido la oportunidad de estar dos veces más en Venezuela y en su país hermano: Colombia. En 2011 viaje invitado por el Gobierno colombiano a la feria turística ANATO y tras disfrutar unos días en la región cafetera de Pereira, pasé unos días en la capital, Bogotá, y cuando visitaba la plaza de la catedral, caí en la cuenta que uno de los hijos ilustres de Brozas había sido arzobispo de esa ciudad. Lo reflejé en un artículo ya publicado:


 

            Y lo mismo me ocurrió este fin de semana al leer los tres artículos de Felicísimo García sobre este personaje histórico de mi pueblo. He recreado el viaje, también en 2011, para estar presente en la FITVEN (Feria Internacional de Turismo de Venezuela), que se celebró precisamente en la isla de Margarita, con extensión a la isla de Coche, territorios por los que estuvo el brocense Francisco Gutiérrez Flores. Me asombró, viendo aquello, que hubiera en la zona un territorio que se llamara Araya.


Y aquí dejo mis reflexiones con ampliación del viaje que me hice a algo único en el mundo tras seis horas navegando por un río y atravesar la selva venezolana para llegar hasta el Salto Ángel, la catarata más alta del mundo, casi un kilómetro de caída libre.

 

El frío de este fin de semana y la reseña del historiador broceño me han traído estos recuerdos que quiero compartir con todos:

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