Estoy pasando en Málaga las vacaciones
de Semana Santa, ciudad en la que acaba de fallecer el maestro columnista
Manuel Alcántara. Hoy, Jueves Santo, (18 de abril de 2019) el periódico “Sur”
le dedica una columna que es todo un símbolo. Manuel Alcántara, su foto y debajo,
toda una columna periodística… en blanco Sin duda, el mejor homenaje, al que
hay que añadir un suplemento extraordinario de 36 páginas titulado “Eterno Alcántara”
Manuel Alcántara era muy querido por el pueblo
malacitano y muy querido por los periodistas de España. Le leía su columna en los
diversos medios en los que publicaba. Al “Sur” llegaba diariamente una columna,
escrita a máquina y corregida a mano y recibida en un antiguo fax, ya en desuso.
Tuve el gusto de conocerle cuando yo tenía
18 años, invitado por mi maestro don Enrique de Aguinaga, natural del pueblecito
Valverde del Fresno, en la Sierra de Gata de la provincia de Cáceres y profesor
de redacción en la primera promoción de periodistas universitarios de España,
que iniciamos los estudios en lo que hoy es el Instituto de Radio y Televisión,
en la dehesa de la Villa de Madrid. Aguinaga tiene hoy 94 años, es de la misma
quinta que el ilustre periodista malacitano Invitó a Manuel Alcántara y lo presentó
como excelso poeta y magnífico crítico de boxeo. Eso fue lo que me sorprendió. Fue
el que apodó al boxeador negro José Legrá “El puma de Baracoa”. Baracoa fue la
ciudad cubana en la que recaló Cristóbal Colón y tengo el gusto de conocer. Me
acuerdo de su famosa y preciosa bahía, que sugerí que se representara en el
cuadro que German Díaz pintó de Nicolás de Ovando, el primer gobernador en América,
natural de las Brozas y que mandó apresar a Colón.
Alcántara, apellido que lleva de la
cercana villa de la provincia de Cáceres que dio nombre a la Orden Militar, muy
cercano a mi pueblo, la villa de Las Brozas, y Encomienda mayor de la Orden, de
la que me honro en ser su cronista oficial. Los freyres y soldados alcantarinos
y brocenses ayudaron a reconquistar en 1487 la ciudad musulmana de Málaga.
Manuel Alcántara era un hombre
expansivo, le gustaba saborear el buen vino y en un bar cercano a mi casa de
Pedregalejo, el bar “El Cobertizo” tenía diariamente reservada una mesa para el
almuerzo. Me dije que un día me pasaría por allí. Hoy, la mesa, como su columna
está vacía. Iré, a partir del lunes de Pascua, a conocer la Fundación “Manuel
Alcántara”, en el centro de la ciudad. Me hará ilusión.
Por último, el verso del propio Manuel
Alcántara que cierra su suplemento en el que en un folio sobre su máquina de
escribir se lee:
La vida es un rato.
He querido dejar
testimonio del ratito
que he estado aquí.
No creo en
la inmortalidad
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