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domingo, 21 de octubre de 2012

Emoción en la casa de Miguel Hernández



 
 

         El congreso nacional de cronistas oficiales se ha clausurado en el convento de Santo Domingo de Orihuela, El Escorial del río Segura. Se trata de un precioso edificio con una gran historia y un bellísimo templo intentado destruir en la desgraciada Guerra Civil Española. En la clausura el presidente saliente, Joaquín Criado pidió disculpas al pueblo de Orihuela porque los cronistas no supieron estar a la altura de las circunstancias cuando en una visita a la casa de Miguel desde el congreso de Torrevieja, algún cronista mostró en público una pésima educación contra el excelso poeta e hijo de la ciudad: Miguel Hernández. Y a mí me supo aun mucho peor, al conocer que ese cronista era extremeño. Dicho esto, y tras pedir perdón públicamente, la mesa presidencial clausuró oficialmente el congreso de cronistas oficiales.

 

         Si  embargo, a mí me emocionó estar en la casa de Miguel Hernández, donde naciera un 30 de octubre de 1910. Allí mismo, al entrar, un plato de cebollas esperaba al viajero. Indudablemente hacía referencia a la Nana de las cebollas, aquella que le dedicó a su niño Manuel Miguel.  Recuerdo la Nana de las cebollas en la voz de Joan Manuel Serrat. Pero la recuerdo también en las voces de la coral de mi pueblo de Las Brozas. Aún me resuena en el templo de Santa María dirigida por el hoy alcalde Antonio Moreno. Deliciosa interpretación.


         Y todo esto me viene mientras visito la casa del poeta en Orihuela, poco antes de dejar la ciudad con destino a Madrid. Y veo el retrato de Miguel Hernández, y su retrato pintado en la cárcel de Madrid por otro de los grandes, Antonio Buero Vallejo, con el que coincidí una tarde tomando una cerveza en la cafetería que está situada en los bajos de la Plaza de Colón, en Madrid. Haber estado en la casa de uno de los más insignes poetas de la lengua española, sencillamente, me turba.

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