Oficialmente era el Cine Brocense, pero todos los chiquillos lo conocíamos como el cine de Porro, por el apodo que llevaba su dueño, el señor Antonio Sánchez, dueño de una fonda en la Plaza Nueva por cierto muy buen amigo de mi padre, José Rivero Leno. Don Antonio también era propietario de una enorme superficie de terreno en la acera de frente donde vivían sus hijos Eugenia y Vicente; detrás de esas viviendas se hallaba el cine.
Me cuenta Pilar Sánchez, hija pequeña de don Antonio que el primer operador que tuvieron fue Antonio Lopo, que hacia funcionar una vieja máquina reproductora comprada de segunda mano en Navalmoral de la Mata, después de que dejara de funcionar allí un cine. Esta máquina trabajaba con carboncillos que se encendían y producían una luz muy fuerte con la que se podía ver la película. La segunda máquina, más moderna, se la compraron a José Luis Panadero, de Cáceres. También sabían manejar la máquina sus hermanos Vicente y Modesto tras realizar el pertinente cursillo en Industria.
El primer taquillero procedía de una familia de Piedras Albas, casado con una tal Emilia. Después vino Tano, el padre de Chiqui el zapatero; una tercera persona de Brozas y por fin Miguel Rey, un malagueño -de Vélez Málaga- que vendía cerámica y otros objetos por una cuota semanal. Con el tiempo puso una tienda de electrodomésticos al final de la calla de Santa María; Su hermano Manolo aún vive entre nosotros. Los carteleros eran Meño Retamera y los hijos de Ezequiela, que las colocaban en las Cuatro Esquinas. En cierta ocasión, al ser una película de mucho éxito, se llegó a anunciar en el suelo de las calles principales del pueblo
Los contratos de las películas se hacían directamente con el distribuidor: Paramount Picture, Suevia Films, Cesáreo González. Los contratos se hacían a medias con los Cachucha, los del Cine López, para conseguir que las películas salieran más baratas. Había que adquirir un lote grande en la que entraba un filme de gran éxito que se reservaba para los días grandes de ferias o de toros. Pilar recuerdas películas como “Marcado al fuego”, “Raíces profundas”, “Derecho de nacer”, otra de Alan Ladd. Quizá la película de mayor éxito fue “La venida de El Zorro” que se tuvo que programar 5 ó 6 veces, pues el público no dejaba de acudir a ella y otra mejicana cuyo título no recuerda.
Los rollos de las películas llegaban en unos saco que traía a Brozas un señor de Arroyo, apellidado Holgado Con el tiempo, fue el servicio público de correos el que hacía la distribución. Había que proyectar la película y después rebobinarla, para que estuviera lista cuando llegara al cine e otro pueblo.
El cine de Porro conserva aun la taquilla, ya cegada, en la fachada de su hijo Vicente. La entrada estaba en la misma acera un poco más arriba. Para entrar al cine de verano había que recorrer unos cuantos metros y así aposentarse en las sillas plegables o en el gallinero que eran unas escalinatas pegadas sobre la pared del fondo. A veces cuando uno no tenía dinero se iba a unos huertos que estaban detrás y desde lejos, en el silencio de la noche uno podía ir al cine… sin pagar, como lo hacían algunos señores que se juntaban con el señor Antonio Sánchez Porro, para que el dueño les invitara a ver la película de turno.
Inolvidables sesiones de cine y pipas,compradas a la "Señora Carmen",diez cubiletes de parchís por una peseta,en los inicios de la adolescencia,en aquel pueblo que olía a paja en verano y a humo de leña de encina en invierno,de calles empedradas con cantos rodados, entre los que crecía la hierba con la lluvia.
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