miércoles, 20 de mayo de 2020

La villa de Brozas vista por Luis Bello en 1927


            Hace unas jornadas, en estos días de confinamiento, me han pedido un artículo para la revista de la localidad cacereña de Cañamero, pueblo productor de excelentes vinos. He estudiado, dentro de lo que he podido, los documentos que hay guardados en la Biblioteca Nacional de España, especialmente la prensa de otra época y me encontré con un amplio artículo del periodista Luis Bello, que reunió en un libro, en cuatro tomos, titulado “Viaje por las Escuelas de España”.




            Luis Bello Trompeta nació en 1872 en el pueblo salmantino de Alba de Tormes y falleció en Madrid en 1935. Fue periodista, traductor y pedagogo. Su libro más conocido es “Viaje por las Escuelas de España”. El tomo tercero está dedicado, por entero a Extremadura, y en el capítulo II “Camino de Alcántara”, donde hay un largo artículo dedicado a nuestra villa de Las Brozas.


                    Y dice Luis Bello de nuestro pueblo:





            Desde lejos, conforme adelantamos hacia su cerro, ya está cantándonos la villa de Brozas, que no es lugarón vulgar, sino ilustre, noble e histórica villa. Se ve la torre de una gran iglesia: Santa María; y a la misma altura, un caserón de recios muros: el palacio de la Encomienda de Alcántara. Deténgase un poco el viajero y no se conforme con su primera y rápida mirada de tasador. Hay pueblos que, sin ser mineros, tienen muchos palmos debajo de tierra. Esta es la Patria del caballero de la Orden frey Nicolás de Ovando, pacificador y colonizador de la Española: de Francisco Sánchez—el Brocense, por antonomasia—, con su familia de humanistas y gramáticos; de los Argüellos y Carvajales; de Francisco de Montejo, el Viejo, famoso adelantado del Yucatán, el primer español que puso pie en la Nueva España, fundador, hombre valiente, buen amigo, el mejor amigo de Hernán Cortés. Aquí trabajó Antonio de Nebrija. Cerca de cien “Hijos ilustres de la villa de Brozas” aparecen biografiados en el libro del deán de Plasencia, D. Eugenio Escobar: escritores, profesores, caballeros de la Orden de Alcántara, religiosos de otras Órdenes, o seculares, arquitectos, artífices. Todos tienen un nombre y entre todos exaltan el pasado de Brozas.



            Los hijos ilustres de Brozas corrieron el mundo muy honrados y considerados. Fueron hombres de equilibrio y mesura. Ayudáronse unos a otros por lazos de familia y de amistad.   Pocos acaban mal. Quien no tuvo dotes de gobierno, las tuvo de virtud. Alguno, como fray Francisco del Rivero, que fue lego en Lima, “alcanzo don de profecía”. Yo he encontrado en la lista de Conquistadores y pobladores de Nueva España, publicada por nuestro inolvidable Icaza, tres vecinos de Brozas que no aparecen en los Hijos ilustres: Domingo Martín, Miguel Valderrama, Francisco Rubio, los tres olvidados y pobres. Voy a copiar la declaración del ultimo, porque no es un aventurero quien habla, sino un labrador extremeño que cambió su trabajo de Broza por el de Los Ángeles: “Que es vecino de la ciudad de Los Ángeles y natural de la villa de Brozas, que es en Extremadura, y hijo legítimo de Joan Estovan, el rrubio, e de María Hernando de Sargado, e que ha cerca de veinte anos paso a esta Nueva Spana; y siempre ha tenydo ansi en la dicha ciudad como en esta, su casa poblada con sus armas y cavallos; y es uno de 1os primeros pobladores de la dicha ciudad de Los Ángeles, donde a labrado, y en Afrisco, e cultivado muchas tierras y puesto arboles e otras plantas de Castilla, y edificado casas con la yntencion que siempre a tenido de perpetuarse en la tierra, en lo cual a gastado mas de mynas con que se quiso yr a España; e que tiene intento de contraer matrimonio para mas arraigarse y que no lo ha hecho, por no haver tennydo con que sustentar las cargas del matrimonyo". A Francisco Rubio no le valió el oro de América. Había nacido para ochavo. Pero algo hizo quien llevó a Los Ángeles árboles y plantas de Castilla.



            Si era rica la villa de Brozas nos lo dirá este dato que copio del padre Escobar: “De muy antiguo contaba con dos iglesias parroquiales, un Cabildo eclesiástico numeroso, tres conventos, 17 ermitas, un hospital, 105 capellanías, 15 memorias pías y 10 cofradías...”



            Entrémonos por la Plaza Mayor, espaciosa, de tipo castellano, sobrado ancha para correr en ella toros salamanquinos y aun para abrir paso a la "famosa procesión del toro de San Marcos, que indignaba a Feijóo. Si llegamos muy de mañana, antes de las ocho, estarán allí los braceros, en grupos, esperando. Es la feria de todos los días. A esa hora vendrá—! o no vendrá!—el capataz del gran terrateniente: “!Tantos hombres necesito hoy! !A tanto pago!” Y los demás a holgar, a entretener el hambre, pues en estas villas históricas abundan las familias de jornaleros sin jornal, que no comen caliente treinta días en todo el año. Aquí en Brozas no hay, como en Garrovillas, pueblo rico, “las casas de por Dios”, que se lleva, por temporadas, el pobre pacienzudo, el primero en lista, y alguna vez el que mejor pide. La población ha ido menguando, y, por lo menos, deberá haber techo para todos, pues de 7.500 almas a principios del xix, ha pasado a tener 5.400. Un párroco de Brozas, don Carlos Barriga, achacaba la ruina “a la pésima constitución de la propiedad agraria”, a la pérdida de los baldíos y aprovechamientos comunales por la desamortización, y “a la circunstancia de pertenecer casi todo el vasto termino municipal a forasteros que consumen fuera de aquí sus rentas”. Todo huyó de Brozas cuando se fueron los señores, hasta el recuerdo de los brocenses esclarecidos.



            Pero traemos con nosotros a D. León Leal, que nos dará cifras recientes: “Brozas, con un término municipal de 39.794 hectáreas, cuenta 121 dehesas; una de ellas, cuyo dueño reside en Italia, de 3.800 hectáreas, produce en renta veinte mil duros. Cerca de dos tercios del término son propiedad de hacendados forasteros.” Este es el gran tema de Extremadura y de D. León. Hemos llegado al “Problema Social de la Tierra".



           Como Villalobos en Salamanca, Leal Ramos ha estudiado en Cáceres la monstruosa distribución de la propiedad, el sistema absentista de explotación de las tierras mediante arrendamiento por subasta, la creciente subida de la renta. Fue al Ateneo de Madrid el año 21 con una conferencia que es un informe en regla. Si Villalobos, médico, es liberal, reformista y se inclina a la izquierda, Leal Ramos, abogado, es conservador, católico y se orienta según su espíritu tradicional. Los dos son populares y su prestigio se funda en virtudes de abnegación, de trabajo y de desinterés. Contemos, además, la gran virtud de la simpatía, sin cuyo influjo nunca lograra nada un español, aunque tenga razón. Los dos han visto que, en el fondo, hay aquí un problema de cultura. Y coadyuvando a la gran obra del Instituto de Previsión, el uno desde la Caja Regional de Salamanca, Ávila y Zamora; el otro desde la Caja Extremeña, predican y trabajan para ayudar a los pueblos a levantar escuelas, convencidos de que esto es construir de nuevo los pueblos y ayudarlos a levantarse.



            La diferencia está en el matiz y no en la obra. Villalobos quiere reforma. Leal Ramos quiere restauración: que Extremadura vuelva a la época de florecimiento pregonada por sus gloriosas ruinas. Hay en Brozas un hermoso palacio del siglo XVII—quizá el mismo en que habitaba el juez, conservador de la Encomienda de Alcántara—. Están llenas las calles de Brozas de casas solariegas. Este palacio, restaurado, habilitado, ahorra una construcción. Tiene la vitola del gran siglo, espacio para seis salas con sus dependencias anejas, entre ellas la cantina escolar, techos altos, artesonados, muros de piedra y corrales que en un año pueden ser jardines. Conviene saber que el alcalde de Brozas es maestro. Se llama D. José Rodríguez, y pertenece al número de los alcaldes que quieren dejar buena gloria de su nombre. Él consiguió de la Caja Extremeña un préstamo para las obras de restauración.





            Restauración: es la gran palabra, optimista y nacionalista, de D. León Leal. Para interpretarla muy a la moderna hay en el Instituto un arquitecto joven como D. Francisco Solana. Restaurar es crear. Nunca sabe el que crea si crea o restaura. Hemos visto el palacio. Pocas escuelas tendrán por cerramiento una muralla con una puerta plateresca. Hemos dominado el campo de Brozas desde sus ventanas. Hemos recorrido los salones. Parecen hechos para hombres de otra medida, de otra talla. Es decir, para la que deseamos a los brocenses del porvenir.

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