Días pasados escribí una crónica
sobre una mina de oro en Brozas que ha tenido mucho éxito y sé que se ha hablado
de él en diversos corrillos del pueblo, a pesar de la pandemia.
Ahora,
de ese mismo libro, “Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y
minas de España, con inclusión de los reales decretos, ordenes, cedulas,
aranceles y ordenanzas expedidas para su gobierno y fomento”, del zaragozano
Eugenio Larruga, que hizo un análisis de la España del siglo XVIII, entresaco
unas notas sobre los telares y los curtidores que había en la villa de Brozas y
que formaban una pequeña industria artesanal…
Lo
primero que hace Larruga es informar que en 1778 se formó la relación por
partidos de los telares de lana que había en la provincia de Extremadura; en
Brozas había ocho y añade: “En varios de
estos telares no se trabaja de continuo: son de paños ordinarios para el
consumo de los vecinos. Solo en Brozas donde se fabrican los paños de dos
tercias de ancho, hay paños de lana fina, que vale la vara de quince a veinte
reales”. (La vara
castellana o vara de Burgos, de 0,835905 metros, tres veces el pie
castellano, de 0,278635 metros).
En Brozas había una fábrica que daba trabajo a seis personas y producía unas 40.200 varas al año, mientras que, en el partido de Cáceres, concretamente en Garrovillas, había una fábrica con ocho telares con 19 trabajadores y una producción de 100.600 varas anuales. De los ocho telares, cuatro se dedicaban a tejer las telas sayal de los religiosos franciscanos, a cargo de José Baquero, vecino de Béjar. En cambio, “los paños que se fabrican en estos telares de Brozas, se dice ser entre pardo y blanco, sin expresar su anchura”.
En su
memoria sobre estas industrias, Larruga informa que “en Brozas se tejen algunos lienzos caseros para el surtimiento de sus
vecinos. Casi todo el año están parados
y así es poca la lencería que trabajan”. En 1777 aumentaron dos telares más.
Los telares trabajaban con lino del pueblo y también con el que se compraba de
fuera. Y el informe termina: “Esta
fábrica, por sus circunstancias, podría promoverse con esperanza de que
prosperase”.
Más
adelante el mismo autor realiza un informe resu8ment de los telares de lino y
estopa y gentes que se ocupan de ellos. Así en Brozas, hubo 17 telares con 17
trabajadores; en Alcántara, solo dos y dos personas trabajando; pero asombra
por su número los 30 telares de Casar de Cáceres y los 22 de Garrovillas.
Por
último, cabe mencionar que era el pueblo pacense de Jerez de los Caballeros y
dos de sus aldeas (Valle de Santa Ana y Matamoros) donde más telares hubo en Extremadura,
concretamente un total de 187 que producían lino y estameña (un tejido sencillo
de lana), con mezcla de lana, lino y estopa para hacer colchas y cotonías, una
tela rústica y fuerte de lino o cáñamo.
Como
conclusiones generales, Larruga escribe que, a finales del siglo XVIII, Extremadura
contaba con 365 pueblos, divididos en ocho partidos, de los que informa solo de
los que tienen telares, trabajando en muchos de ellos mujeres y producían telas
de lino y estopa, materia que producían en los propios pueblos y para uso de
sus habitantes, desconociendo, en gran parte, el ancho de las telas.
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