Mérida de Yucatán es una ciudad
hospitalaria. No es la primera vez que acudo a ella y siempre ha sido así. Los
meridanos se ofrecen, con simpatía, a los demás. Un ejemplo de cuanto digo ha
sido mi conductor y asistente, el joven ingeniero aeronáutico – y ya amigo-
Jorge Trujillo, quien siempre ha estado dispuesto a ofrecer su ayuda en lo que
fuera necesario. Sin duda, ha sido la cara amable de la ciudad.
Tras la buena conclusión del curso
sobre Turismo Cultural, impartido bajo el patrocinio de la ONU y la Liga de
Acción Social Meridana, presidida por el licenciado Héctor Navarrete Muñoz, los
días que he pasado en Mérida han sido muy provechosos en relaciones humanas y
visitas a los lugares turísticos. Desde volver a encontrarme con Teté Mézquita,
germen de este curso y promotora de las Méridas del Mundo, una mujer dinámica que
junto a su esposo Alejandro Valera Baeza, pasamos un buen rato en la vaquería
de Santa Lucía, oyendo cantar a los maestros yucatecos y cenar después en “La
Trato”, donde me dedicó su libro “Al encuentro de las Méridas” y yo le
correspondí con el de los Hijos Ilustres de la Villa de Brozas.
Y hablando de gastronomía, ya reseñé lo
bien que comí en la Tradición, una preciosa casa de comida típica yucateca,
pegada el hotel de “Maison del Embajador”, en la céntrica calle 60, como fue muy
bueno el desayuno que el director de los Aluxes, Emir, nos preparó a Armando de
Lucas – el otro profesor- y a mí.
El licenciado Héctor Navarrete nos llevó
a comer a La Pigua, un magnífico restaurante que aspira a tener una estrella
Michelin y también visitamos el precioso y encantador hotel Rosas y Chocolate,
junto a su dueño Carol Kolozs, de origen checo, con quien lo visitamos y
comimos un excelente menú del día. Creo que estas dos experiencias merecen un
artículo aparte.
En el ámbito cultural tuve la suerte de
conocer en el teatro Peón Contreras al licenciado Ariel Avilés, director del Colegio
Modelo, toda una institución educativa en pleno Paseo de Montejo, los Campos
Elíseos meridanos, quien nos acompañó a conocer su Universidad Modelo, presentándonos
a su rector ingeniero Carlos Sauri Duch, con quien mantuvimos una interesante y
fructífera conversación en su despacho.
No hay que olvidar la visita a la Hacienda
Sotuta de Peón, una herencia viva de las haciendas henequeras de primeros del
siglo XX, que enriquecieron el estado de Yucatán, mostrando cómo era una finca
del interior y que fabricaba y sigue fabricando las cuerdas y sogas que se
exportaban a todo el mundo.
Tras haber presenciado en primera línea
el descendimiento del Cristo de las Ampollas, tan venerado el 14 de septiembre
en Mérida, y recorrer, en visita privada, el extraordinario Museo del Mundo
Maya (totalmente recomendable), la mejor experiencia fue el almuerzo en la casa
de Jorge Trujillo, donde tuve el gusto de conocer a don Jorge, su padre, su
madre, su esposa, si nenita y hasta a su hermanos. Una comida familiar y llena
de risas en el jardín de la casa.
Una visita rápida a la Casa de las Artesanías,
para comprar regalos artesanos para familia y amigos puso punto y final a estas
jornadas yucatecas.
He regresado a Mérida Yucatán tras 20
años de ausencia, desde que en mayo de 1993 organizara el I Encuentro de
Periodistas de Turismo de las Méridas del Mundo, que nuestra amiga Teté
Mézquita también reseña en su libro “Al encuentro de las Méridas”. En esta ocasión
ha sido más tranquila y sosegada, pero no por ello, menos intensa en el
encuentro de gentes que ya conocía, como mis amigos periodistas Fredy Tejeda y
Víctor Lara, ambos vivieron aquellas jornadas periodísticas y recordaban a su
amigo extremeño. ¡Hasta siempre!