Me acaba de llegar a mi ordenador un artículo del que
fuera director del Museo de Cáceres, Juan Manuel Valadés Sierra, publicado en
2013 en la revista de Estudios Extremeños y titulado “La aportación cacereña
al pabellón de Extremadura de la Exposición Ibero - americana de Sevilla
(1929)”.
Cuenta Valadés que fueron las diputaciones provinciales
las que aportaron la mayoría de los objetos que se expusieron en esta magna
exposición. Hubo un comité que ofreció lo que se iba a mostrar en la Exposición
Iberoamericana. El pabellón de Extremadura se encontraría cerca del de Portugal,
por su cercanía al país vecino.
De Brozas hubo dos muestras a la cual más interesante. Una fotografía de la fachada de Santa María hecha por Tomás Martín Gil y publicada en un libro de José Blázquez Marcos, titulado “Por la vieja Extremadura. Guía artística de la provincia de Cáceres”, editado en 1929 por “Tipografía Extremadura” y también “La Minerva” de Francisco Sánchez de las Brozas, El Brocense, en su edición de 1587, publicada en Salamanca. Hay que decir, como impartí, hace años, en una conferencia en el patio del convento de Santo Domingo de Villanueva de los Infantes, que el escritor Francisco de Quevedo fue uno de los discípulos de Francisco Sánchez.
En su trabajo, José Manuel Valadés amplía esta información
diciendo que: el reparto de las fotografías refleja el desequilibrio general
que aquejaba a todos los contenidos de la Casa de Extremadura; de los más de
cuatro centenares de imágenes, tan solo 107 correspondían a lugares de la
provincia de Cáceres: seis de Alcántara (cinco de Martín Gil y una de Javier),
una de Brozas (de Martín Gil), cuarenta y cinco de Cáceres (todas de Javier),
dos de Coria (de Martín Gil), quince de Guadalupe (todas de Martín Gil),
dieciséis de Plasencia (de Javier), ocho de Trujillo (de Javier), doce de
Valencia de Alcántara (de Carpintero) y dos de Yuste (de Martín Gil),
quedándose por tanto fuera de la selección comarcas enteras como la Sierra de
Gata o Las Hurdes, y enclaves importantes como Arroyo de la Luz, Garrovillas,
Hervás, Montánchez, Serradilla, Jarandilla, etc.
Sin embargo, fue mucho más interesante la aportación bibliográfica
de la provincia de Cáceres. Más importante fue la aportación de
la Biblioteca de Cáceres; para ello, la Dirección General de Bellas Artes
publicó una circular, el 28 de febrero de 1929, dando orden a los directores de
las bibliotecas provinciales de que facilitasen los préstamos de obras para la
Exposición de Sevilla. De acuerdo con ello, parece que los libros prestados por
la Biblioteca cacereña, entonces ubicada en el Instituto de Segunda Enseñanza
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