La noticia la recibí tomando una cervecina en el kiosco de
Brozas, acompañado de mi madre, después de dar un paseo por la charca y ver
cómo los pescadores pasaban la tarde pescando algunas tenquinas. Ernesto, a
quien acompañaba su mujer Manoli, fueron los que me anunciaron tan triste noticia.
Si he de ser sincero, me apené muchísimo por el gran cariño que tenía a
Margarita, ya que fue una de mis mejores amigas desde la adolescencia. Margarita
se dejaba querer.
Al día siguiente, domingo 14 de septiembre, el día del
Cristo de la Expiración, la iglesia de los Santos Mártires estaba a rebosar. La
misa estuvo cantada por algunos miembros de la Coral Polifónica de Brozas. Los
Mártires, llenos por completo y, como es habitual, decenas y decenas de hombres
en la puerta que mientras se decía la misa de “corpore insepulto”, chascaban y
contaban sus penas y sus vivencias en las puertas del templo. Sólo entraron,
como es su costumbre, al final de la misa, para dar el pésame o cabezazo a la
familia. Es la costumbre y hay que respetarla.
Margarita era servicial y entusiasta. Todo le venía bien
para trabajar por su querido pueblo de Brozas. Siempre alegre y positiva, pese
a su enfermedad del corazón, ese traidor que no avisa cuando dice que va a
fallar y a ella le falló durmiendo en su cama. Se la encontró su hermano Julio
al regresar de pescar unas tencas y ver que el sábado no se había levantado
aún.
Cientos y cientos de personas se acercaron al cementerio
para enterrar a Margarita junto a su madre, según informó allí su hermano Indalecio,
quien rezó un padrenuestro por su hermana y su madre. La familia estaba muy
afectada; no podía ser menos. Sus sobrinos Felicísimo e Isidro se les veían
verdaderamente compungidos. A todos ellos les abracé y les di el pésame. Al
salir del cementerio saludé al que fuera alcalde de Alcántara Esteban García,
primo hermano de Margarita.
Siempre Margarita, la entusiasta Margarita, estará en mi
corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario