Publicado
en la revista hispano-portuguesa “O
Pelourinho” número 17
En
todo el pueblo es conocido como el Palacio, tanto que así se conoce a una calle
que lo delimita, tal vez porque en las últimas centurias perdió su carácter
guerrero para convertirse en una vivienda palaciega. Es una de las mejores
construcciones militares de la Orden Militar de Alcántara.
La
construcción está levantada en lo más alto de la villa de Las Brozas, junto a
la que se considera la calle más antigua de la localidad: Aldehuela; por cierto
en esta calle está la vivienda del gramático Francisco Sánchez El Brocense.
La
edificación data del siglo XIV, al crecer la aldea de Las Brozas, que con el
tiempo fue la Encomienda Mayor de la Orden de Alcántara, cuya sede estaba en
este castillo, ya que la villa alcantarina se halla a tan sólo 15 kilómetros.
Como dato curioso hay que decir que a mitad de camino, en el margen derecho de
la carretera hacia la villa de Alcántara se yerguen los restos de un torreón
que pertenecen a lo que era la encomienda de Belvís y Navarra, que hoy da el
nombre a una finca agrícola, situada al oeste de la actual población broceña.
Pocas
son las noticias antiguas de esta fortaleza. Sí se sabe que a finales del XIV,
concretamente en 1397, los aldeanos se refugiaron en sus nuevas construcciones
para repeler el ataque de las tropas lusas al mando del condestable Nuno
Alvares Pereira (1360 – 1431), quien al frente de las tropas Juan I de Portugal
envío para castigar los pillajes que habían hecho los freyres soldados de las
órdenes de Alcántara y Santiago en tierras del vecino país. El condestable
atacó y saqueó también las vecinas aldeas de Herreruela y Navas del Madroño,
por entonces el lugar denominado Las Ventas del Madroñal. No pudo hacerlo con Brozas
porque sus habitantes se hicieron fuertes en el castillo. Dos años más tarde,
el mismo Nuno cercó el castillo mientras su rey sitiaba el de Alcántara. El rey
de Portugal debía a este condestable, que después se hizo carmelita, su reino
que estaba peligrando por el ataque de los castellanos.
A
principios de la centuria siguiente, en el año 1413, el castillo fue derribado -excepto
la Torre del Homenaje- por órdenes de Pedro de Aragón durante las guerras que
los infantes de Aragón tuvieron con el rey Juan II de Castilla. Hoy la torre es
la construcción más antigua de la fortaleza, del siglo XIV, levantada en lo más
alto de la villa brocense. Doce años más tarde de estos incidentes guerreros,
hubo una división en la Orden de Alcántara.
Los
brocenses se pusieron al lado del maestre Gómez de Cáceres y Solís, el cual
luchó contra el rey Enrique IV. El clavero Alonso de Monroy sitió Brozas y todo
aquel que se atrevía a salir al campo era apresado y muerto en el acto,
consiguiendo por fin ganar la guerra.
Con
el tiempo, se amplió el castillo y se reformó bastante en los siglos XVI y
XVII, con baluartes, cubos y garitas. Durante la guerra contra Portugal del
siglo XVII fue cuando se levantó la muralla abaluartada, en forma de talud y
con tierra apelmazada, con el fin de poder aguantar los destrozos de las bombas
lanzadas por la artillería enemiga y poder apoyar los cañones propios. El
recinto es casi cuadrado, con el flanco de poniente achaflanado. El recinto
exterior está construido a base de mampostería y con diversas torretas
semicirculares y muros de talud.
En
su interior hay varias dependencias, como caballerizas, aljibe y compartimentos
del siglo XV y un patio con columnas renacentistas del XVI, así como otras
dependencias más modernas que sirvieron para dar a la fortaleza un ambiente más
palaciego. En esta época, el castillo se encontraba poco más o menos como
ahora, según el informe del visitador real don frey Felipe de Trejo en 1608.
En
1706 residió en la fortaleza el marqués de las Minas, de origen portugués,
quien apoyaba la causa del Archiduque de Austria. El marqués tomó militarmente
Brozas y su castillo que se hallaban en poder del duque de Burwick y defensor
de la Casa de Borbón. Un detalle curioso data del año 1813, en plena Guerra de
la Independencia, pues en el interior del castillo hay una lápida mortuoria del
general Williams Esrkine, que la Enciclopedia Británica considera que se
suicidó en Lisboa al tirarse por una ventana, pero la lápida está dentro de la
fortaleza de Las Brozas, como demuestra esta fotografía. Fue lugarteniente del
general Wellington, cuyo traductor del español fue el brocense Manuel Amado, que
con el tiempo fue un gran dominico en el convento de la calle Atocha de Madrid.
En
lo que se llama la plaza del Cerro Palacio, que no es más que la calle arquitecto
Juan Escandón hay en la muralla una piedra romana catalogada en el Corpus de
Inscripciones Latinas (CIL); que muy bien sería necesario retirar de allí por
parte del Ayuntamiento y colocarla en el Museo Municipal “Carlos de la Torre”
para que no sea extraída por algún desaprensivo y desaparezca como las estatuas
de la ermita del Buen Jesús, que fue mandada levantar cerca del Convento de la
Luz por Marcelo de Nebrija, hijo del gramático que vivió tres años en la villa
de Las Brozas, como encomienda mayor del gran maestre don Juan de Zúñiga, bajo cuyo
patronazgo escribió la primera gramática Española. Asimismo, en la parte
situada en la calle Travesía del Palacio hay además una garita de vigilancia.
Tiene este baluarte una inscripción que apenas se ve y en la que se puede leer
lo siguiente “Baluarte del Sur” o quizá “Baluarte del Sol”. Hay también una
placa conmemorativa de un hecho milagroso que se produjo aquí por parte del
venerado Cristo de la Expiración, que se venera en el templo parroquial de los
Santos Mártires, obra de la segunda mitad del XVI, de Lucas Mittata.
La placa está firmada el 19 de julio de1953 por el alcalde Lorenzo Morcillo y
el párroco de los Mártires, Constantino Calvo Delgado. El pueblo estaba
consternado por una pertinaz sequía y las autoridades eclesiásticas sacaron en
procesión al Cristo de la Expiración con rogativas para que lloviera.
La
entrada principal, de medio punto, totalmente tapiada, se encuentra hoy oculta
al público en un “tinao” particular. En ella se abría la entrada principal y un
gran escudo del rey español Felipe II (Felipe I de Portugal), con las armas
portuguesas que dan idea de la unión de los dos reinos. El castillo es
propiedad de la familia Domínguez, dividida en varias ramas. Hace varios años
la Junta de Extremadura se interesó en él para crear allí una hospedería, antes
de que se levantaran las de Alcántara y la de Garrovillas de Alconétar y
también una cadena hotelera de ámbito
internacional intentó adquirirlo para levantar en él un hotel, pero fue una
empresa hotelera extremeña la que compró el convento franciscano de Nuestra
Señora de la Luz, que estaba en ruinas desde la Desamortización, y montó en él
el hotel “Convento de la Luz”, abierto hasta hace unos meses.
El
castillo - palacio se dedica a vivienda y labores agrícolas, poco tiene que ver
con la función que ha tenido a lo largo de la historia. Hay salones solemnes
donde se celebró en el verano de 1999 el concurso gastronómico de la Fiesta de
la Tenca, adornados con antiguos arcones, objetos de cobres, alacenas con
altarcitos santeros, entre ellos uno que posee el bastón de San Pedro de
Alcántara, o bibliotecas con libros antañones, además de las modernas
comodidades como la televisión, el frigorífico o el ordenador.
La
portada principal actual se halla entre dos cubos semicirculares y una de las
estampas gráficas que identifican a la villa de Las Brozas. Todo el edificio se
encuentra protegido bajo la declaración genérica del Decreto de 22 de abril de
1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
En
los Coloquios Históricos de Extremadura de Trujillo del año 1988, el autor de
este artículo, presentó una ponencia titulada “El desastroso patrimonio
histórico artístico de Las Brozas” y en ella daba cuenta de la mala situación
de los monumentos brocenses. Indudablemente el urbanismo y el cuidado de los
monumentos han mejorado muchísimo en los últimos 25 años, pero sobre el
castillo de Brozas poco ha cambiado la cosa. De él decía entonces: “Una vez vista la historia de
este monumento y dada su penosa situación, quiero proponer desde aquí que en él
se construya un parador de turismo, pues la Administración central está
intentando potenciar el turismo del interior de España y más concretamente el
turismo rural, cinegético o de la naturaleza en la ruta de los conquistadores y
siempre con vistas al V Centenario del Descubrimiento de América. No hay que
descartar una ayuda de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, que
tanto ha hecho por las grandes casonas de Trujillo o los castillos catalanes.
Una tercera opción es la de restaurarlo como albergue juvenil, similar al del
castillo de Alburquerque”.